El antiguo Egipto fue una civilización que
surgió al agruparse los asentamientos situados
en las riberas del cauce medio, sobre y bajo del río Nilo. Tuvo dos
épocas de esplendor en los periodos denominados por los historiadores Imperio
Antiguo, Imperio
Medio e Imperio
Nuevo.
Las evidencias arqueológicas indican que la civilización egipcia comenzó alrededor del VI milenio a. C., durante el Neolítico, cuando se asentaron los primeros pobladores (véase el periodo predinástico). El río Nilo, en torno al cual se asienta la población, ha sido la línea de referencia para la cultura egipcia desde que los nómadas cazadores-recolectores comenzaron a vivir en sus riberas durante el pleistoceno. Los rastros de estos primeros pobladores quedaron en los objetos y signos grabados en las rocas a lo largo del valle del Nilo y en los oasis.
La historia de Egipto, como Estado unificado, comienza alrededor
del 3050 a. C. Menes (Narmer), que
unificó el Alto y el Bajo Egipto, fue su primer rey. La cultura y costumbres egipcias
fueron notablemente estables y apenas variaron en casi 3000 años,
incluyendo religión, expresión
artística, arquitectura y estructura social.
La cronología de los reyes egipcios da comienzo en esa época.
La cronología
convencional es la aceptada durante el siglo XX, sin incluir
cualquiera de las revisiones que se han hecho en ese tiempo. Incluso en un
mismo trabajo, los arqueólogos ofrecen a menudo, como posibles, varias fechas e
incluso varias cronologías, y por ello puede haber discrepancias entre las
fechas mostradas en las distintas fuentes. También se dan varias posibles
transcripciones de los nombres. Tradicionalmente la egiptología clasifica
la historia de la civilización faraónica dividida en dinastías, siguiendo la
estructura narrativa de los epítomes de
la Aigyptiaká (Historia
de Egipto), del sacerdote egipcio Manetón.
EL OJO DE HORUS
El ojo wedjat, udjat, ugiat, ojo de Horus, es uno de los
amuletos más conocidos del antiguo Egipto y del mundo musulmán
actual. Como talismán simboliza la salud, la prosperidad, la indestructibilidad
del cuerpo y la capacidad de renacer. El wedjat, un ojo en parte
humano y en parte de halcón, es el ojo de Horus, dios de los cielos, y viene a
significar «la unidad o totalidad restablecida».
En los Textos antiguos se alude a un mito que
asocia a Osiris, dios de la tierra, con su esposa Isis, con su hijo Horus y con
su malvado hermano Seth, dios del desierto y asesino de Osiris. Según esa
mitología, Horus, el legítimo heredero (representado con cabeza de halcón)
perdió su ojo luchando contra Seth en los combates por recuperar el trono
usurpado y vengar a su padre Osiris. Seth hizo añicos el ojo de Horus, pero
Toth, dios de la ciencia y de la magia, encontró los trozos, los recompuso y
los unió de nuevo escupiendo sobre ellos. Entonces, Horus se lo dio a comer a
Osiris para que pudiese resucitar en su asimilación como dios funerario
esencial.
Durante años,
la inscripción conocida más antigua era la Paleta
de Narmer, encontrada durante excavaciones
en Hieracómpolis (nombre actual, Kom el-Ahmar) en 1890, datada en el
3150 a. C. Hallazgos arqueológicos recientes revelan que los símbolos
grabados en la cerámica de Gerzeh, del año 3250 a. C., se asemejan al
jeroglífico tradicional. En 1998 un equipo arqueológico alemán bajo el mando de
Günter Dreyer, que excavaba la tumba U-j en la necrópolis de Umm
el-Qaab de Abidos, que perteneció a un rey del predinástico, recuperó trescientos
rótulos de arcilla inscritos con jeroglíficos y fechados en el período de Naqada
III-a, en el siglo XXXIII a. C.
Creían en una vida de ultratumba, y se preparaban para ella, tanto
siguiendo unas normas determinadas (Libro de
los muertos) como preparando la tumba.
Creían que después de la muerte, el ka (doble en forma
de espíritu) se dividía en ba (alma) y akh (espíritu).
El ba vivía en la tumba del difunto y era libre de ir y venir a
voluntad. El akh se dirigía directamente al inframundo. Luego seguía
su juicio. El gran dios del inframundo Osiris se
encargaba de juzgar el espíritu del difunto. Anubis colocaba
el corazón del difunto en un lado de su balanza y Ma'at, la diosa de
la verdad y la justicia, ponía su pluma de la verdad en el otro lado. Si el
corazón y la pluma pesaban lo mismo, el akh (espíritu) se iba al gran
reino en donde los buenos espíritus se mezclaban con los dioses en una vida de
paz y armonía. Si no era así el difunto sufriría una eternidad de castigo. Además,
los egipcios creían que todo difunto debía tener una casa en su otra vida, era
por esto que les construían pirámides a los cadáveres. También como creían que
la segunda vida era casi igual a la primera y uno seguía haciendo lo mismo que
en la primera, a las pirámides los llevaban grandes joyas y alhajas, alimentos
y juegos. El otro temor de los egipcios (además del juicio de sus almas) era
que alguien saqueara la casa de su espíritu. Si su tumba era saqueada o su
cadáver destruido, él va se quedaba sin hogar y tanto éste como
el akh experimentaban una segunda muerte mucho peor. A veces se
colocaban estatuas del difunto en las pirámides por si él va se
quedaba sin hogar, permaneciera en la estatua y evitara la segunda muerte.
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